El Tratado de paz entre Argentina y Chile de 1978, impidió a las dictaduras de Videla y Pinochet,iniciar una guerra en el Canal de Beagle. El rol de Juan Pablo II.
La firma del «Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile», unió lazos resistidos entre Videla y Pinochet. Si no hubo guerra, fue porque los dos países aceptaron la mediación del Papa Juan Pablo II, que envió a Argentina y a Chile a su delegado personal, el cardenal Antonio Samoré.
La disputa territorial entre los dos países estaba centrada en el trazado de la boca oriental del canal de Beagle, que afectaba la soberanía de las islas ubicadas al sur del canal y sus espacios marítimos adyacentes.
Las tres principales islas afectadas por el trazado de límites eran las Lennox, Picton y Nueva. Su significado estratégico proyectaba el alcance de los dos países al territorio antártico y habilitaba el acceso de Chile, un país del Pacífico, al Atlántico.
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En 1971 ambas naciones firmaron un acuerdo por el que sometían el conflicto al laudo arbitral de la reina Isabel II de Inglaterra. El fallo se conoció recién el 2 de mayo de 1977: beneficiaba casi todas las pretensiones chilenas y le daba soberanía sobre las islas. Chile, en manos de Augusto Pinochet, lo aceptó de inmediato, lo hizo ley y hasta nombró alcaldes de mar. Argentina declaró nula la sentencia por -alegó- deformación de las tesis argentinas, abuso de las prerrogativas de la Corte, contradicciones lógicas, yerros de interpretación, errores geográficos e históricos y por parcialidad. Aquello parecía no tener arreglo.
REUNIONES
El fallo desconocido por la Junta Militar Argentina integrada por el general Jorge Videla, el almirante Emilio Massera y el brigadier Orlando Agosti, decidió encarar un rearme de las fuerzas armadas y diseñó la “Operación Soberanía”, que contemplaba la ocupación por la fuerza de las islas que el laudo había otorgado a Chile.
Aquel 1978, Videla y Pinochet, se encontraron en la base militar de El Plumerillo, Mendoza, para intentar un acercamiento de posiciones. Fue en vano. Los dos equipos de asesores y colaboradores deliberaron durante ocho horas sin llegar a nada. Casi una semana después, el miércoles 25, Argentina anunció que rechazaba de plano el Laudo Arbitral del Beagle firmado por Isabel II. Al día siguiente, Videla y Pinochet volvieron a encontrarse, ahora en Puerto Montt. Al final de la reunión se firmó el Acta de Puerto Montt que acordaba la formación de comisiones negociadoras que, en tres etapas, debían sí o sí encontrar una solución definitiva el drama limítrofe.
No sólo Argentina se había rearmado. Chile hizo lo mismo y en previsión de lo que se avecinaba, movilizó a sus unidades de montaña hacia los pasos cordilleranos.
LA MEDIACIÓN PAPAL
El nombre de Juan Pablo II como mediador empezó a sonar cada vez más fuerte: su autoridad moral y la del Vaticano, le daban cierto crédito al atribulado nuevo Papa.
La “Operación Soberanía” siguió adelante. El 19 de diciembre apareció luego en la historia reconstruida del conflicto, como el Día D. Esa noche, la Armada argentina invadiría las islas fijadas en el plan, pero una tremenda tormenta hizo que se postergara la acción militar. Todo se postergó para la noche del 21, cuando la mediación papal ya era un hecho: sólo faltaba que Videla y Pinochet la aceptaran.
Una vez aceptada, el Papa le anuncia al mundo que había detenido la guerra y que mandaría a su representante personal, el cardenal Antonio Samoré.
Lo primero que hizo el cardenal fue entrevistarse con el canciller Pastor y luego, en Chile, con el canciller Cubillos. También hizo algo más, digno de la estrategia vaticana: soltó una frase que quedó grabada en piedra: “Veo una lucecita de esperanza al final del túnel”.
La estrategia de Samoré dio sus frutos el 8 de enero de 1979.
Por fin, después de años de negociación, el 29 de noviembre de 1984, los cancilleres de Argentina y Chile, Dante Caputo y Jaime del Valle, firmaron en el Vaticano y ante el papa Juan Pablo II el “Tratado de paz y Amistad entre Argentina y Chile” que puso fin al conflicto por el Beagle.