Algún día la Antártida iba a dejar de ser esa porción continental gigantesca, prístina, tierra de ciencia y de paz. Ese día parece haber llegado: Rusia descubrió petróleo y la noticia despertó las alarmas de las potencias globales. En teoría, se trata de una reserva 30 veces mayor a Vaca Muerta y 10 veces la producción total del Mar del Norte en el último medio siglo. Algo así como 511.000 millones de barriles, una estimación tan difícil de corroborar en los hechos como de mensurar en toda su relevancia. Si bien sucede en el territorio que reclama Argentina, el área con presencia de hidrocarburos delimita una porción sobre la que también se anotan Chile (por proximidad) y Reino Unido (por su ocupación de Islas Malvinas). A pesar de que hay indicios de estas reservas desde 2020, el suceso se comunica cuatro años después en medio de la guerra que Rusia tiene con Ucrania y podría significar un nuevo conflicto geopolítico que se avecina. ¿Qué podría ocurrir con el Tratado Antártico? Esta semana, India es epicentro de la Reunión Consultiva Anual, una cumbre de naciones que se encuentran, precisamente, para discutir al respecto durante 10 días.
En el presente, el nuevo round de disputa geopolítica parece ser el territorio antártico, cuya extensión de superficie es tan grande que, con algo de imaginación, podría compararse con Sudamérica. Por lo tanto, en este siglo XXI parece abrirse un nuevo capítulo de colonización sobre los pocos rincones que la humanidad aún no ha explorado y saqueado lo suficiente. La cancillería argentina, por su parte, realiza averiguaciones internas y planea solicitar una explicación formal a Rusia, pero la quietud reina en la oficina que administra Diana Mondino. En reiteradas ocasiones, Milei tomó partido por Ucrania y defendió al gobierno de Zelensky en medio de la guerra que llevan adelante ambos países. De hecho, el mandatario ucraniano acaba de invitar a Milei a la cumbre de la paz que se celebrará en Suiza a mediados de junio.
Aunque el hallazgo data de 2020, la noticia fue confirmada por Brics News en la red X de manera reciente. El espacio que nuclea a Brasil, Rusia, China y Sudáfrica lo señaló de esta manera: “Rusia descubre reserva de petróleo y gas en territorio antártico británico. Contiene un valor estimado de 511 mil millones de barriles de petróleo, 10 veces la producción del Mar del Norte en los últimos 50 años”. El gobierno ruso, sin embargo, no emitió ningún mensaje. Por el momento, de algo se puede estar seguros: ninguna nación moviliza recursos de exploración solo por amor a la ciencia.
Hay varios actores interesados en la Antártida. Reino Unido es quien hace relucir su vieja trayectoria imperial, prepara el terreno y reavivó las tensiones con Rusia antes de la Reunión Consultiva del Tratado del Antártico (RCTA) en India. Como narra Daniel Kerssfeld en su nota, es quien reaccionó con mayor “virulencia”. Así lo aclara: “No tanto por el peligro ambiental que supondría la explotación de los yacimientos de hidrocarburos en el continente blanco, sino porque el hallazgo de Rusia habría sido realizado en lo que desde Londres (y en buena parte de Occidente) se considera como la ‘Antártida Británica’”. Por otra parte, a comienzos de abril el gobierno libertario anunció que Estados Unidos tendría su base naval conjunta en Ushuaia; movimiento de ajedrez a la vista que podría facilitar una puerta de ingreso a la Antártida. Chile, preocupado por esta situación, está en alerta porque podría perjudicar su reclamo soberano. Aún no se permite la extracción de recursos como el petróleo, pero ¿cuánto tiempo pasará hasta que esa situación se habilite?
“Por lo menos hasta 2048 la explotación de recursos está prohibida, pero la realidad es que ya se está generando una fuerte tensión entre Estados Unidos y Rusia. En la carrera geopolítica en torno a los recursos naturales, la Antártida va a tener un papel muy importante. El cambio climático influye en los deshielos y por ende será mucho más viable la extracción de recursos naturales. La competencia será por los océanos, el fondo marino y lo poco o mucho que queda”, explica Bernabé Malacalza, investigador del Conicet especializado en cooperación internacional.
Bajo esta premisa que comparte el especialista, se podría pensar en que se avecina un cambio de paradigma. En concreto: ¿el mundo no debía comprometerse con el reemplazo de los combustibles fósiles por fuentes más sustentables? ¿De qué manera este nuevo hallazgo podría empujar hacia atrás el objetivo que se abre en cada cumbre vinculada al recambio de la matriz energética?
¿Escenario de paz y de ciencia?
De acuerdo a lo estipulado en el Tratado Antártico, las naciones firmantes se comprometen a realizar un uso pacífico del continente blanco. Firmado en 1959 por Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, la Unión del África del Sur, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, impide, además, cualquier actividad militar en la zona. De hecho, los militares que allí trabajan deben hacerlo como soporte y apoyo de las actividades científicas. En este sentido, las potencias mundiales hallaron un vacío que aprovechan sin tapujos: con la excusa de avanzar en investigaciones y en la producción de conocimientos sobre un territorio virgen que podría brindar nuevas claves para la vida en la Tierra, exploran la posibilidad de encontrar recursos naturales de altísimo valor y listos para ser explotados.
Daniel Filmus, exsecretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes en el Atlántico Sur (2014-2015), brinda detalles. “Antártida solo sirve para investigación científica. Está prohibida toda explotación, a excepción del turismo, que se realiza con reglas muy taxativas y en condiciones restringidas. De manera que no puede existir ninguna actividad bélica, así como tampoco ninguna explotación de hidrocarburos por ejemplo”. Y agrega: “Rusia podría haber encontrado petróleo a partir de una exploración geológica. Parece que fue hace mucho, pero no está claro. Lo que sí está claro es que no puede hacer nada con eso. No está permitida la explotación”.
Se podría pensar que Rusia, en esta última época, exhibe una vocación más imperialista con respecto a los años previos. Martín Baña, investigador del Conicet y especialista en historia rusa, comenta: “Si lo comparamos con los 90 existe una diferencia porque en esos años había mayor intención de integrarse al resto del mundo. Incluso durante la primera presidencia de Putin se buscó una relación con la OTAN. Ahora bien, si lo comparamos con la época soviética o con el zarismo, ahí no habría que hacer una distinción porque se ve una misma vocación imperial”. En 1937 fue una misión soviética la primera en llegar al Polo Norte y en 2007 plantaron una bandera de titanio como una demostración de fuerza. Después Baña completa: “Lo que sí me parece una novedad es la lejanía porque, por lo general, el imperio ruso siempre fue terrestre y nunca se animó a extenderse más allá de esa frontera. De hecho, cuando lo hizo le fue mal en Afganistán. Por eso, su vínculo es más estrecho con el Polo Norte que con la Antártida”.
Baña construye su razonamiento en base a las últimas acciones que han destacado, desde su perspectiva, al gobierno ruso. “El presidente Putin viene amenazando con cuestiones bastante peliagudas como el uso de armas atómicas. Es una manera de ejercer presión contra Europa y Estados Unidos, en un momento de disputa por el liderazgo global. Creo que en ese sentido se puede entender muy bien lo que sucede con la Antártida y la posibilidad o no de violar el Tratado. Hasta el momento, solo parecen amenazas porque la verdad es que no llevó nada a la práctica. Lo que suceda en el futuro siempre es conjetural”.
Los científicos no gustan de hacer pronósticos y tienen razones de sobra para evitarlos. Entre otras, comprenden bien que las realidades son mucho más esquivas y complejas que los intentos por encorsetarlas mediante hipótesis de ocasión. No obstante, Malacalza se anima: “Es difícil pronosticar lo que hará Rusia, pero ha mostrado su intención de explotar los recursos. Esto sería muy grave porque podría violar el derecho internacional, la zona de paz que delimita la Antártida”.
Un territorio de nadie… por ahora
La porción de suelo antártico que solicita Argentina –en la que presuntamente se ubican las reservas de hidrocarburos– también es reclamada por Chile y por Reino Unido. Ello marca una diferencia sobre Malvinas, por ejemplo, cuya extensión geográfica sí se considera una disputa por soberanía. Desde aquí, Filmus aclara: “Lo primero que hay que entender es que no se trata de territorio argentino. Los países signatarios originales del Tratado, entre los que se encuentran URSS, Chile y Reino Unido, tienen reclamos de soberanía sobre el territorio antártico. Cuando se firmó, si bien se resguardó y se le dio legitimidad a las demandas, los pedidos se pospusieron sin fecha límite. Es un territorio que, por ahora, no es de nadie”.
“Argentina es la sede de la secretaría del Tratado Antártico, de manera que tiene una tradición de respeto al derecho internacional y de gobernanza en torno a la Antártida. Mientras nuestro país enviará una nota para que Rusia pueda explicitar los detalles de esta misión, Chile rechazó la explotación de hidrocarburos por parte de Rusia en la franja que reclama como parte de su territorio. Boric dio un primer paso importante”, apunta Malacalza.
De todas las naciones, Argentina es la que más bases posee en el continente blanco, con un total de trece. De hecho, bajo la gestión de Filmus al frente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, se inauguraron tres laboratorios adicionales. Había dos más en camino, pero a partir del recorte del gobierno de Javier Milei, las obras fueron interrumpidas.
El instituto Antártico es uno de los 18 organismos que forma parte del sistema científico y tecnológico local. Y, de nuevo, en este punto se inmiscuye la Ley Bases que, quizás por su pretensión refundacional, pretende abarcarlo todo. De sancionarse la norma en el Senado, el Poder Ejecutivo estaría en condiciones de eliminarlo. “Si bien el Conicet está exceptuado de la disolución, el Instituto Antártico Argentino no. Aun cuando no se disuelva y simplemente modifique sus funciones, se podría dictaminar que solo deba dedicarse al turismo y echar a todo el mundo. Mientras el planeta cada vez invierte más en investigación, nuestro país cada vez lo hace menos”, completó Filmus.