La carrera tecnológica en la creación de baterías de larga duración y el desarrollo de robots totalmente autónomos ocurre a todo o nada entre las principales potencias del planeta. Los inversores se manejan con escenarios impactantes sobre el desarrollo potencial de estos sectores y hacen apuestas fantaseando con conseguir ganancias por miles y miles de millones de dólares en un futuro cercano.
Una forma de verlo es a partir de la disputa que existe entre startups de China y de Estados Unidos por crear productos comerciales de baterías nucleares. La compañía china Betavolt anunció hace unos meses el desarrollo de una batería de bolsillo que usa el isótopo radiactivo niquel-63 para generar electricidad.
Se trata de un producto que se destaca por su densidad energética (10 veces mayor a la de baterías de litio convencionales) pero sobre todo por su longevidad. La compañía afirmó que tiene una vida útil de 50 años y un tamaño de sólo 15 x 15 x 15 milímetros. Es decir, una batería que entra perfecto en los celulares.
En otras palabras, Betavolt podría tener en sus manos la posibilidad de revolucionar la industria de electrónica de consumo, cumpliendo el sueño de cualquier persona de despreocuparse del tedio de cargar el teléfono. La startup aseguró que el próximo año tendrá todo listo para iniciar la etapa de comercialización.
La noticia no pasó desapercibida en Estados Unidos y en los últimos días empezaron a improvisarse algunas respuestas. La empresa Infinity Power presentó recientemente una pila que promete una duración de cien años. Se trata de un desarrollo hecho en conjunto con el Departamento de Defensa norteamericano y usa niquel-63 en estado líquido para maximizar la recolección de electrones y la conversión de energía.
El verdadero anhelo de generar baterías que duren decenas o cientos de años no pasa necesariamente por la comodidad de no cargar celulares o cualquier producto de uso diario que requiere electricidad. Sino por dotar de autonomía energética a la tecnología que se visualiza como la estrella de los próximos 20 años: los robots.
Robots
En la industria de la robótica se juega una de las principales carreras tecnológicas entre las grandes potencias mundiales. Se puede observar con las declaraciones de algunos de los multimillonarios de occidente. Elon Musk parece haber asumido que Tesla perdió la disputa por fabricar los mejores autos eléctricos (o híbridos) contra BYD y ahora le dice a los inversores que su verdadera misión es otra.
Musk afirma que el gran objetivo de su conglomerado es desarrollar en forma masiva el robot Optimus, una especie de humanoide preparado para múltiples usos. En principio apuntaría a tareas repetitivas en fábricas y hogares, para luego ir avanzando en el rango de actividades a desarrollar a partir de la potencia de la inteligencia artificial de nueva generación (y la seguidilla que se espera de nuevos modelos).
Las cuentas que hace Musk resultan impactantes para cualquiera que escucha. Le promete al mercado que buscará fabricar 100 millones de robots humanoides al año y que los venderá en un precio de entre 20 y 30 mil dólares cada uno. El empresario repite como un mantra que las ventas de Optimus comenzarán en 2025.
Sin embargo, una vez más el dueño de Tesla puede terminar corriendo detrás de los desarrollos que ocurren directamente en el corazón tecnológico de China. En el gigante asiático comienzan a aparecer algunos de las innovaciones más prometedores en la fusión entre robótica, inteligencia artificial y biotecnología.
Por ejemplo, la empresa china Unitree presentó hace pocos meses un nuevo modelo de humanoide llamaron H1 Evolution. El robot camina a una velocidad de más de 3 metros por segundo, puede bailar, subir escaleras y manipular objetivos con gran precisión. En el mercado ya se consigue por 90 mil dólares, un costo que irá bajando rápidamente con el avance de los próximos modelos.
El desafío por liderar la innovación en la robótica es pura estrategia. El sector se perfila como una de las industrias más importantes de las próximas dos o tres décadas. Se trata de una rama que no sólo tiene humanoides en desarrollo sino que juega a romper la barrera de lo imposible en el terreno de lo diminuto. Para algunos investigadores, los nanorobots serán la clave para que los seres humanos logren extender su vida hasta límites que coquetean con la inmortalidad.
Uno de los divulgadores de estas ideas es Ray Kurzweil, quien asegura que la biotecnología y la inteligencia artificial están convergiendo para superar las limitaciones de los órganos biológicos a partir de nanorobots. Considera que en algunas décadas estos dispositivos de escala celular podrían circular por el torrente sanguíneo reparando, mejorando o incluso reemplazando los tejidos orgánicos.